miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cuando menos te lo esperas... va la vida y te sorprende...

Temores, suspiros, quebrantos
que traen el llanto
Deseos,
esa extraña fuerza que me provoca...

Palabras,
Que se las lleva el viento y son de mi boca
Pensamientos malos que me envenenan
yo quiero librarme de esta condena

Y encender esa luz
que llevamos dentro...

Destellos, conectan lo puro
que llevo dentro

Sonrisas
calor y dulzura pa mis adentros...
Miradas, que rozan la punta el entendimiento
pensamientos puros que me liberan
lleno de bondad y buenos sentimientos

Y encender esa luz
que llevamos dentro.


          Es difícil plasmar con palabras la experiencia que he vivido con mi familia de la comunidad campesina de Venecia.
          He de reconocer que al principio la situación de lo que me iba a encontrar me atemorizaba bastante, pero me encontraba ante la experiencia de mi vida.
          Todo empezó la noche del martes cuando llegué con Alexis (mi padre) a su pequeña y humilde casita. Allí me esperaban despiertos Reina (mi madre) y su hijo Ale, de 13 años. La peque de la casa, Valesca, dormía.

          No tardamos en irnos a dormir. Ya a oscuras en la habitación, la cabeza me daba vueltas y vueltas... me hacía preguntas, no podía creer qué hacía allí, echaba de menos a mi gente...
¿Qué me estaba pasando? Creo que no sabía cómo iba a enfrentarme a lo que estaba viendo cuando saliera de esas cuatro paredes a la mañana siguiente. No dormí demasiado bien esa noche... cuando quise darme cuenta ya amanecía. Entonces comencé a ver la habitación en penumbra. Era la habitación de Ale... sus sandalias colgadas en la pared, varias libretas y poquito más...


           Miedo a sentir la realidad ante mí... Tenía que cargarme de valor para correr esa cortinilla que hacía la función de puerta.
Adelante...

           No voy a explicar con detalle lo que hice porque en realidad eso es lo que menos interesa. Lo que me gustaría haceros llegar, de la mejor manera posible, es la HUMANIDAD de esta familia.
No saben si mañana comerán, pero te dan lo que hoy tienen...
Lo que hoy comen... es lo trabajado con sus manos durante el día anterior...
Lo poquito que tienen es porque Dios lo ha querido así y no quieren más, son FELICES.
Su familia unida, sus pequeñas parcelitas de café y maíz... es todo lo que tienen...

           Pero no... tienen mucho más... y lo que tienen no se ve, ¡SE SIENTE!.
Amor, cercanía, respeto, generosidad, lucha, compromiso, humildad, dignidad, trabajo... me abrieron sus puertas...
Mi familia nicaragüense
...miradas...
¿y el resto que más da?